lunes, 11 de abril de 2011

Y te muerdes las uñas...


No dices palabra alguna, pero (porque) te muerdes las uñas.
No le dices como te sientes, pero le besas…y le miras.
No quieres perderte nada de él, ya le echas de menos.
Pero de repente, ya no le miras. ¿Para qué?
Creerá que te pasa algo…mejor no descubrirse.
Mejor mirar por la ventana del autobús.
Mucho mejor mirar la noche de Madrid. Noche de sábado. Miras. Observas con mucho detenimiento. Cualquier distracción es buena. ¿Por qué sonríes? ¿Te divierte la gente que huye de la lluvia? ¿Los coches que aceleran ansiosos por llegar a casa? Sólo van hacia un destino. Su propio destino. Al igual que tú. ¡Qué más da adonde vayan! Siempre es mejor mirar lo que hay fuera.
Mejor que mirarle a él y no llorar, es mejor mirar por la ventana.
Y morderse las uñas.
Y piensas en todo lo que podrías decirle, en todo lo que sabes que quieres decirle. Pensamientos caóticos que tienen que salir. En algún momento tienen que salir.
¡A la de 3! De verdad que sí. Pero otra parada ha pasado y cada vez estás más cerca, ¿De qué?
Quizá de decírselo.
Y mirando por la ventana- porque sigues sin girar la cabeza, ni siquiera un poco- te percatas de que el autobús va más rápido. ¡Tú puedes! díselo…
¡Cobarde! Venga, a la de 1…y coges aire. Te hace falta. A la de 2…de verdad que tampoco es complicado decírselo. Son tonterías, tonterías.
Tonterías que podrían ser dichas en cualquier momento. Pero el 3 nunca llega. Si acaso la hora, porque son casi las 02:00 y tienes que adelantar el reloj. Ya es primavera…aunque la noche de Madrid finge no serla. Como tú. ¡No adelantes la hora! Pierdes el tiempo, el único tiempo que tienes con él. Aprovecha el rato que tienes con él...
Sin embargo, permanecéis en silencio. Los dos. Todo silencio. Menos el autobús. Menuda noche pasaron los de atrás. Incluso los de en frente que tan raro os observan. Mientras, tú te fijas en ellos hasta que prefieres mirar por la ventana. Y como no, te muerdes las uñas.
Dices que es la persona con la que más confianza tienes, a la que más problemas cuentas y más sincera eres.
Sin embargo, no eres capaz de decirle lo que estás pensando. Tonterías, tonterías. Demasiados sin embargos. Porque esa tontería puede ser algo más. Puede que no sea una tontería. Dices que es tu amigo. Bueno, en realidad no lo dices. Tú no dices absolutamente nada.
El silencio es tenso. ¿Amigo? Confusión. Tonterías, tonterías. Necesitas sin embargos…y quizá morderte las uñas mientras miras por la ventana. Ahora sí quieres llegar a casa (ya te cuesta la 2ª persona) Y llegar al 3. ¡No llores! Eso sería descubrirse, ser débil, joder todo lo que tienes con él…no puedes ser sincera con la persona a la que amas.
No le miras. Ya ni siquiera le miras. ¿Para qué? El viaje se hacía corto, pero cada vez es más largo. Quieres besarle, pero ¿para qué? ¡Mantener mentiras! Eso sí lo sabes hacer. Engañarte a ti misma, ser cobarde. ¡Cobarde! No pienses… di TRES. ¡Díselo ya! Pero, ¿para qué? No merece la pena. Ya no. Ya queda una parada así que mejor despedirse y esperar a que llegue el lunes para verle. Para no mirarle. Para no decirle nada, para…morderte las uñas.
Y le das un beso. Ligero beso. Nada más. Te haces daño…al morderte las uñas. Porque no dices palabra alguna. Porque para qué ser sincera. Sin embargo…no. Ya no hay más sin embargos. Ya no hay nada más.
Adiós.
Bajas del autobús. En cuanto ese autobús se aleja hay silencio. Bendito silencio. Ahora estás sola. Completamente sola. Bendita soledad... que te permite callar. Aún más.
Y hace frío. Llueve. Ya da igual. Ya todo te da igual. 3,3,3…respiras y…
Te muerdes las uñas.

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