sábado, 2 de abril de 2011

Con una sonrisa...me basta

Mi hermano tiene una sonrisa tremendamente bonita. De verdad que es imposible resistirse a esos ojos azules que te miran con la más absoluta inocencia y bondad posible (aunque haya hecho alguna de las suyas…y las hace, lo puedo asegurar). Entonces, te coge la cabeza y con una mano se aprieta los dientes mientras choca su frente contra la tuya. A veces hace daño, pero no importa. Son muestras de cariño. En realidad, él no sabe dar besos.

Alfonso (así se llama mi hermano) tiene 30 años y como no, sabe comportarse como el hermano mayor que es. Por ejemplo, en algún momento, mi hermano ha sabido quitarme las lágrimas que empañaban mi cara. Es cierto que, realmente, él es muy maniático y no puede soportar ver algo que supuestamente no debería estar ahí, pero aún así me gusta creer que no quiere verme llorar. Al fin y al cabo, ya os lo dije, es mi hermano y le encanta sonreír. Además, se podría decir que, más que maniático, es muy detallista. Le encanta olerme el pelo cuando lo tengo recién limpio y ponerme las gafas si me las ha visto usar durante mucho rato. Sin embargo, sus pequeñas manías nos desquician un poco a veces y es que no es muy agradable que te ponga unas zapatillas cuando estás durmiendo la siesta, que rompa en mil pedazos un trozo de plástico y lo desperdigue por el salón, ni mucho menos que te recoloque la mesa recién puesta. A lo mejor, me vuelvo loca queriendo encontrar mis cubiertos mientras que otra persona tiene en su sitio siete tenedores. Pero lo peor de todo es cuando coge manía a alguna foto. Sinceramente no hay nada peor que eso porque te puedes dar cuenta de que esa foto a la que tenías tanto aprecio está tirada en la calle y, con la mayor pereza del mundo, tienes que bajar a por ella. No le importa que sea una foto suya, si no le gusta, se deshace de ella. Aún así, es una persona muy especial. Entre otras muchas cosas, sé que le encanta saltar en las colchonetas, el mar (puede estar metido en el agua horas y horas) y, por supuesto, le gusta muchísimo la música. En especial, siente gran admiración hacia las primeras canciones de La Oreja de Van Gogh, Roxette y el Chiquitita de ABBA.

Como ya he dicho, Alfonso tiene 30 años. No sabe leer, escribir ni tampoco hablar. De hecho, los únicos sonidos que produce son las vocales. Además, tiene bastante dificultad para comunicarse y relacionarse con otras personas y uno de sus únicos intereses es jugar con algún objeto durante todo el día (ya sea un peine, un botecito o lo que le llame la atención). Aunque sea el mayor, en la mayoría de las ocasiones soy yo la que tiene que cuidar de él y muchas veces me cuesta que me haga caso. Mi hermano Alfonso tiene autismo.

Seguro que todos habéis oído hablar algo acerca del autismo y ninguno tendrá mucha idea. Si os soy sincera, yo tampoco. Incluso, hoy en día, sigue siendo un enigma para la comunidad científica ya que ni siquiera se conocen las causas de este síndrome. Sin embargo, lo que sé es que ser autista no significa ser superdotado o un marginado social como mucha gente cree. Es mucho más complicado.

El autismo, o “espectro autista”, se ha definido como una devastadora alteración del desarrollo y la comunicación. Aunque las personas que lo padecen presentan unas características comunes como, por ejemplo, la tendencia a realizar acciones rutinarias o la deficiencia del lenguaje, hay que decir que cada caso de niño autista es completamente diferente. Es todo un “mundo”. Algunos escriben y leen, otros utilizan el ordenador o hablan durante muchísimo rato. Yo conozco a muchos niños autistas y, por ejemplo, sé que Paco es capaz de indicarte el título y número de cada cómic de Tintín y a Quinto le encanta recitarte de principio a fin los diálogos y canciones de sus películas favoritas. ¿Y mi hermano?

Alfonso, o mejor dicho, Alfonsito es… especial. No lo digo porque sea mi hermano y porque le quiera tanto sino porque, aparte de eso, es único. Sinceramente, adoro todo de él. Desde cada manía suya hasta cualquier paseo que hemos podido dar porque, ya sea en la playa o la calle, nos encanta caminar. En esos paseos, me coge de la mano y yo siempre le doy algún beso. Me da igual que él no sepa responderme con otro beso, o que me haga daño cada vez que me muestra cariñosamente que me quiere. No me importa que, a veces, me saque de quicio. Todo eso me da exactamente igual porque, en esas únicas ocasiones, disfruto de él y de su compañía. En todos y cada uno de esos paseos, tengo a mi hermano y por supuesto… tengo esa sonrisa tremendamente bonita, y contagiosa, que hace que no necesite nada más.


Hoy, 2 de abril, Día internacional del autismo

1 comentario:

  1. :)
    yo solo conozco dos, dos personitas a las que he cogido un cariño desmedido en poquísimo tiempo y es que decidir hacer ese voluntariado, aunque sea duro, creo que merece mucho la pena, solo conozco a dos, es cierto, pero me atrevo a decir que tienes razón en una cosa, son especiales, mucho y es cierto que cuando sonríen el mundo se ilumina un poco más, porque es de lo poco que comunican, y sin embargo, de lo que más te regalan.

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