martes, 12 de julio de 2011

Happily ever after?

Porque una historia comience con el clásico “érase una vez” no significa que tenga que acabar en final feliz.

Cuando somos niños, nos mienten. Nos cuentan historias que comienzan con un érase una vez para asegurarnos desde un primer momento que el cuento va a finalizar con una gran boda entre los protagonistas del cuento y que van a vivir felices para siempre. Ya está. No nos cuentan más. El cuento termina con “y vivieron felices para siempre” y no vuelves a saber de ellos. Ni siquiera piensas en cómo van a convivir durante los próximos 20 años de sus vidas. No te preocupas de cómo va a ser el día a día de la pareja feliz- de sus discusiones, peleas o de sus cenas de aniversario y de sus viajes de verano-. Ya ni siquiera concibes la posibilidad de que uno muera de un cáncer maligno o de un accidente con el carruaje (o con lo que sea que utilicen los príncipes y princesas de cuentos infantiles), o de que uno de los dos se enamore de otro príncipe o princesa o simplemente de que dejen de amarse.

En esos posibles finales tristes, macabros, muy alejados de las perdices de cuentos y de los letreros de FIN que cierran el libro que te han estado contando, nadie piensa. Porque no es lo normal. Porque los niños necesitan creer que al igual que los príncipes y princesas de cuentos, sus padres no se divorcian ni se mueren. Nosotros, cuando somos niños, necesitamos el érase una vez. Cuando eres niño escuchas el inicial “érase una vez” y ya sabes, afortunadamente, que va a desembocar en un “y vivieron felices y comieron perdices” y te duermes. O, por qué no, escuchas otro cuento feliz.

Si eres un niño, no te puedes enterar de nada, nada que no esté relacionado con los príncipes y animales y campesinos que salen en los cuentos. No necesitas saber nada más. Todo lo de fuera, eso a lo que llamamos el mundo real, es para los adultos. Tú, si eres un niño, solo puedes encargarte de jugar a vivir en un cuento de perdices. Es lo único de lo que te preocupas, y ¡qué suerte!.

Pero, todos los niños crecen. Sin excepciones. Incluso, algunos están obligados a crecer antes que otros. Por las circunstancias con las que viven. Porque nadie nace con un érase una vez que te permite saber que vas a vivir una vida llena de felicidad y de pocas preocupaciones. Eso puede pasar en los cuentos de hadas, pero no en el llamado mundo real. El mundo real es mucho más complicado, mucho más difícil de comprender. Ni siquiera existe un libro que consiga mostrarnos todo lo que esconde ese maravilloso y tenebroso mundo real. Los niños tienen que descubrirlo por sí mismos. Aprendiendo, intentando, fallando, logrando, superando… creciendo y quizás, dejando de creer en las perdices del final feliz de los cuentos de príncipes y princesas. Porque nadie nace con un érase una vez.

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